Anualmente, esta práctica supone un desperdicio de 300.000 m3 de agua, más de 136 toneladas de fertilizantes y una emisión de 7.500 toneladas de CO2.
Investigadores del Instituto Multidisciplinar para el Estudio del Medio «Ramón Margalef» (IMEM) de la Universidad de Alicante han publicado un artículo en la prestigiosa revista científica Nature Food sobre el coste ambiental de tirar hortalizas. A pesar de que esta práctica es habitual y legal, deshacerse de productos como tomates, calabacines o pepinos acarrea unas importantes pérdidas de agua, fertilizantes y energía. Tal y como explica el autor principal del artículo «Discarded food and resource depletion» e investigador de la Universidad de Alicante, Jaime Martínez Valderrama, «en 2019, sólo en la provincia de Almería, se desperdiciaron 300.000 m3 de agua, más de 136 toneladas de fertilizantes, y se podría haber evitado la emisión de 7.500 toneladas de CO2 al cultivar casi 13.000 toneladas de productos hortofrutícolas que no llegaron a ponerse a la venta».
El artículo se centra en una las zonas más áridas de Europa, Almería. En esta provincia, en los últimos 40 años, se ha producido un desarrollo agrícola sin precedentes que la sitúa a la cabeza de las economías nacionales. «Este crecimiento económico tiene un coste ambiental muy alto en un lugar en el que ha bajado el nivel de los acuíferos y se han salinizado como consecuencia de la intrusión marina», advierte el investigador de la UA.
El grupo de investigación de la Universidad de Alicante pone de manifiesto en el estudio la cantidad de recursos que se echan a perder para producir comida que ni siquiera entra en el circuito comercial. Según señalan en el artículo, más de un tercio de los alimentos producidos a nivel mundial no se consumen y, de esta parte, aproximadamente el 14% corresponden a la destrucción parcial de las cosechas. «En la mayoría de los países con altos ingresos, el desperdicio de alimentos se lleva a cabo como una acción para controlar los precios que, debido a un exceso de productos en el mercado, puede caer por debajo de los costes de producción», añade Martínez Valderrama. «Es importante aclarar que no todas estas hortalizas van directamente a la basura y una parte relevante se dirige a bancos de alimentos o se utiliza para alimentar al ganado», destaca.
«En el caso de Almería, desechar alimentos producidos con tanto esfuerzo en un territorio con recursos de agua muy limitados puede traer consecuencias para el sector. No debe pasarse por alto que el agua, recurso fundamental, está siendo agotado a un ritmo alarmante en un zona muy seca donde los efectos del cambio climático se espera que sean importantes», advierte el autor principal del estudio.
Metodología
La metodología utilizada por los investigadores de la UA para llevar a cabo este trabajo ha consistido en unos cálculos que utilizan coeficientes técnicos y las cantidades de producto retirado según datos recogidos por el Fondo Español de Garantía Agraria (FEGA). Según explica Jaime Martínez Valderrama, «conociendo la cantidad anual que se ha retirado de un cultivo es fácil calcular cuánta agua se ha desperdiciado a través de los metros cúbicos necesarios para producir una tonelada. De la misma manera, hemos procedido para calcular la cantidad de fertilizantes y las emisiones equivalentes de CO2 que se podrían haber evitado». El equipo de expertos ha realizado estos cálculos para las principales hortalizas producidas en la provincia de Almería: tomate, pepino, calabacín, berenjena y pimiento.
Entre las soluciones que plantea el equipo de expertos del Instituto Multidisciplinar para el Estudio del Medio «Ramón Margalef» de la UA en el artículo para garantizar la sostenibilidad de la actividad agrícola frente al agotamiento de recursos hídricos, son la regulación del mercado, la contención de la superficie de regadío y el precio de los productos. «Si se cumplen las leyes que regulan el uso del agua y los agricultores reciben un precio más justo por sus productos, probablemente no habría que deshacerse de la mercancía de esta manera tan poco ambiental y éticamente insostenible», sostiene Martínez Valderrama.
Proyecto BIODESERT
Esta investigación forma parte del proyecto BIODESERT financiado por el Consejo Europeo de Investigación y liderado por el investigador distinguido de la Universidad de Alicante Fernando T. Maestre. BIODESERT evalúa cómo las acciones humanas derivadas del pastoreo o la agricultura, y el cambio climático afectan a zonas áridas de todo el mundo.
En referencia al estudio publicado en Nature Food sobre el desperdicio de comida y el agotamiento de recursos, Maestre señala que «es un tema realmente importante tanto desde el punto de vista ambiental, por el consumo de agua y la emisión de gases de efecto invernadero, como desde el punto de vista ético, económico y social en un mundo donde hay más de 800 millones de personas que pasan hambre».
Referencia
«Discarded food and resource depletion», Martínez-Valderrama, J., Guirado, E., Maestre, F.T. Nature Food, 2020. DOI: 10.1038/s43016-020-00186-5